• 25

    En invierno en Bariloche, la calefacción era con gas. Se pedían tubos de gas. Siempre teníamos dos afuera. Cuando uno se terminaba, había que salir (siempre de noche y con mucho frío) a cambiar el tubo. Aquellos tubos costaban un Perú. Cristina y yo seguíamos con mucho interés el avance del gasoducto que nos traería el gas de red desde la región de Neuquén.

    « – Hasta en verano con las ventanas abiertas ! », decía la vecina, que estaba harta de los tubos.

    Cuando por fin llegó el gasoducto a Bariloche, el propietario no quiso pagar la conexión. Indignadas, Cristina y yo empezamos a hacer la huelga del aquiler.

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  • 26

    Me estaba preguntando cuánto tiempo iba a aguantar el ritmo del cruce a Chile, cuando surgió una oportunidad. En Bariloche, una agencia de turismo receptivo, que se llamaba Lake Travel, iba a abrir una sucursal en El Calafate, y buscaba guías para la temporada de verano.

    Calafate, está muy al Sur, bien al Sur, en la cordillera de los Andes, a la altura de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Había visitado el glaciar que cae en el lago, en la época que trabajaba en petróleos. (cf capítulo 9)

    Entonces fui a hablar con el dueño de Lake Travel, Edgard Bonnafoux. Me recibió con entusiasmo, justamente iba a recibir grupos de Franceses y necesitaba gúias francófonos. Aquel hombre tenía un contacto humano radicalmente diferente de los otros dueños de agencia. Como era empleada permanente en Iglesia Turismo, le pedí un contrato formal antes de dejar mi trabajo, el barco y el cruce a Chile. No hay problema, me contestó.

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  • 27

     

    Trabajar en turismo en Calafate, empezaba por ir a buscar grupos de pasajeros al aeropuerto de Río Gallegos, en micro. A veces con micro vacío de ida, a veces llevando otros pasajeros que se iban. 300 km ida. Vuelta, 316 km. En aquel entonces, 316 km de ripio, con pozos. De ida, teníamos el viento atrás. Los choferes comentaban que el consumo de gasoil era mucho menor que a la vuelta. Como el viento viene invariablemente del Oeste, la gente del lugar dice que los Chilenos dejaron la ventana abierta... Dependiendo de la hora de llegada del avión en Río Gallegos, salíamos temprano. Muyyyyy temprano. Eran 5 horas de camino. De ripio.

    Pasajeros a bordo o micro vacío, había que cebarle mate al chofer.

     

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  • 28

    A pesar de un ritmo de trabajo agotador, salíamos a la noche. ¡ Menos mal !

    En verano, a esas latitudes, las tardes no terminan nunca. El cielo ofrece atardeceres suntuosos, como para encantar al Principito. Los rayos horizontales del crepúsculo dan matices calientes a todo lo que tocan. Como el globo da vuelta muy despacio al paralelo 50, se puede tomar su tiempo para sacar fotos. Años más tarde, en Curaçao, cerca del ecuador, (donde la tierra da vuelta al máximo de velocidad), admiraba una puesta de sol sobre el mar Caribe. El tiempo de dejar la terraza para ir a buscar la cámara de fotos, ¡ el sol ya se había puesto dentro del mar ! Frustrante. A parte, aquellos países donde anochece toooooodos los días a la misma hora...

    En Calafate, incluso en el corazón de la noche (en verano, por supuesto), el cielo no es completamente oscuro. Siempre queda una pálida lucecita en el horizonte. Esto no impide ver la reina de las constalaciones del hemisferio austral : la Cruz del Sur. Más al Norte desaparece : está bajo el horizonte. El cielo autral es mucho más brillante que el nuestro. Tiene más estrellas. Ambos hemisferios tienen una sola constelación en común, visible a períodos diferentes según el hemisferio : allá se llama Las Tres Marías, acá la llamamos Orión.

    A la noche, entonces, Calafate sólo ofrecía dos opciones : ir a bailra a Tío Cacho, el boliche balaible del pueblo, o ir a tomar algo y cantar a todo volumen a lo del Gordo Vicki.

    Nuestra preferencia iba al Gordo Vicki y a su bar « Don Diego de la Noche ». Tenia buena cerveza. Todo el ambiente turístico se encontraba ahí, amigos, colegas, todo el mundo se conocía. Es la ventaja de tener un sólo lugar para salir. Vicki, el dueño, estaba un poquito envuelto, por eso es que lo apodaban « El Gordo », según la costumbre argentina de juntar al nombre de alguien una característica física, cualquiera sea : el gordo Fulano, la flaca Mengana, el colorado, el negro, el enano, el rengo, etc.

     

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  • 29

    Hasta el Estrecho de Magallanes, el sur de la Patagonia estaba poblado por Indios Tehuelches.

    No hay más Tehuelches hoy en día. Desparecieron. Cuando había todavía, las autoridades pagaban asesinos de Indios, quienes debían atestiguar su crimen mostrando orejas de indios muertos. Se vieron algunos que llevaban cestos llenos. Otros les dejaban la vidad, contentándose de cortarles las orejas. Así es que se podía encontrar Indios « desorejados ».

    Este nombre pertenece a la lengua araucana (mapuche), los Tehuelches no se denominaban así hablando de ellos mismos. Se designaban como Aoniken, lo que significa « Gente del Sur » (del Sur del río Chubut), traducido como « Tehuelche » en lengua mapuche. ¿ Siguen ?

    Eran gente atlética, de alta estatura. Durante la expedición de Magallanes en 1521, los barcos pasaron el invierno en Puerto San Julián, un poco al Norte de Río Gallegos. El secretario de la expedición, Antonio Pigafetta, relata que un día un indio estaba sobre la orilla del mar, el primer Tehuelche que los Blancos hayan visto jamás. Pigafetta escribe « Nuestro capitán los llamó Patagones » - es decir que el mismo Magallanes los llamó « Patagones ». Pigafetta no explica porqué Magallanes los llamó « Patagones ».

     

    Chapitre 29 - Les Indiens Tehuelches

    Toldo Tehuelche hacia 1925. Los Indiens están vestidos con quillangos de piel de guanaco, pelo adentro. La parte anterior del toldo (de tela clara) está cerrada, en posición "invierno". La parte postérior es de piel de guanaco también.


    Durante mucho tiempo se supuso que este nombre estaba vinculado con el tamaño de sus pies : un patagón sería alguien con grandes patas. Observando sus huellas sobre la orilla del mar, además calzados de botas de piel de guanaco – los inviernos son fríos – el tamaño de la huella debió impresionar a los Españoles.

     

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