• 15

     

    Fue la escuela « Ski Integral » la que me dió trabajo para la temporada. El propietario, previamente militar, poseía también una agencia de turismo en la ciudad, una tienda de ropa sobre la calle principal, y era concesionario de la boutique del único hotel de la estación de esquí.

    Aquel año, la nieve se hizo esperar. Fue un problema grande para toda la industria del oro blanco, y particularmente para nosotros los instructores. Las compañías de los medios mecánicos suprimieron los carriles reservados a las escuelas de esquí y a sus clientes. Tuvimos que hacer cola como todo el mundo. Perdimos horas y horas. Algunos incluían la espera dentro de la hora de clase, sin verguenza ninguna. Vale decir que sólo quedaban 15 minutos de clase, nada más. Yo no me podía convencer de hacer lo mismo. Ya que la hora costaba un Perú, era un robo caracterizado. Aunque los clientes pudieran pagar. Un cliente porteño (de Buenos Aires) particularmente concheto insistía para que le diera la clase en francés. No entendía una palabra, pero quedaba bien. A veces yo no aguantaba verlo duro como un piquete sobre sus tablas, y empleaba el castellano para decirle de flexionar las rodillas. Me retaba : « En francés, Sylvie, en francés por favor ! ».

     

    Lire la suite...


    votre commentaire
  • 16

    La boutique del hotel Catedral fue el período más tranquilo de mi vida profesional.

     

    Entraba un cliente por día. Imagínese, ¡ un hotel de estación de esquí en verano ! Me rascaba a cuatro manos. Demasiado. Me aburría. Aprendí a jugar al backgammon. Es el antiguo juego de jaquet de nuestras abuelas, el cartón de juego que teníamos en la valija de juegos cuando éramos chicos, cuyas reglas nadie conocía. Pero rebautizado backgammon, tiene otra pinta. Era el juego de los conchetos de la estación de esquí. Por todos lados organizaban competiciones. ¡ Si es juego idiota ! La victoria se debe más a la suerte que a la habilidad del jugador. Esto no impedía la juventud dorada de jugarsela con sus talentos al backgammon, procunciado con una papa en la boca. Este juego pronto me aburrió. No tenía otra cosa que hacer, el personal del hotel tampoco disponía de tanto tiempo como para hacer un partido de algo interesante, damas o ajedrez, por ejemplo. Además, no estaban de moda.

     

    La gana de estudiar algo me agarró de vuelta. Manolo, un Español instalado desde años en Bariloche, me prestó libros de historia argentina. Y otros de historia local : los Indios. Bien instalada detrás de mi mostrador, con una paz imperial ocho horas por día, los libros por un lado, la birome por el otro, tomaba apuntes. Y descubrí un mundo.

     

    Lire la suite...


    votre commentaire
  • 17

     Me mude una vez más, en un minúsculo departamento del centro, al final de la calle Mitre. El calefón a gas no funcionaba bien. Bajo la ducha, caí, asfixiada. Fue mi compañero de aquel entonces, un científico del Centro Atómico, quien, caído él también, se arrastró hasta la puerta e hizo entrar aire de afuera. Me salvó la vidad. Hay gente que habla de experiencia de muerte inminente. Yo no vi nada, no sentí nada, no experimenté nada. Perdi el conocimiento de un golpe. Hubiera muerto sin experimentar nada más. Volví a la consciencia respirando aire fresco. El hilo de la vida no depende de gran cosa : una presencia, pulmones que resisten más que los propios. A este hombre, le debo la vida.

     

    El invierno estaba de vuelta, y con él la temporada de esquí. Fuí a trabajar para la escuela del Ski Club. No pagaban mucho más que la otra, pero eran infinitamente más simpáticos. Aquel año las promotoras inmobiliarias nos arrebataron la mejor pista de principiantes de la estación, la de abajo (cuando había nieve hasta abajo, esto ocurría cada vez menos. Otto Meiling, el viejo montañés, a quien le pregunté porqué, me dijo sencillamente : « ¡ Hacen demasiado humo ! ») Sobre esta pista de principiantes, pués, que permitía probar de esquiar sin comprar ningún medio de elevación, edificaron una cancha de patinaje sobre hielo y tiendas, tiendas, y tiendas. A la primera nevada de fin de otoño, el techo se cayó, de noche, sin nadie adentro por suerte. Yo había visto la construcción : ¡ esto pasa cuando se emplean fósforos en lugar de vigas !

     

    Capitre 17 Ski Club

    Ahorraban también sobre el personal. Buena parte de los empleados eran Bolivianos, que venían a trabajar barato. Allá, los Bolivianos son como los Arabes acá, mal considerados, menospreciados, mal pagados. Un día, estaba dando una clase a un cliente sobre una pista fácil cerca de la playa de estacionamiento. El telesquí, que los locales llaman el poma (es la marca escrita sobre los postes, la sociedad francesa Pomagalski, de Grenoble) paró de repente. Al cabo de un rato, como no arrancaba de vuelta, largamos la percha y bajamos. Fui a informarme con el Boliviano del Poma, el que tendía la percha a la gente todo el santo día.

     

    « – No tiene más nafta ! (pronunciaba « nasta », a la manera popular argentina).

     – Y cuando va a poner de nuevo ?

     – ¡Huy ! (Con gran ademán). A la tarde !

     

    Lire la suite...


    votre commentaire
  •  

    18

     

    Encontré una casa en alquiler al Km 14 de la ruta de abajo, entre el Nahuel Huapi y el lago Moreno. Un enorme coihue, arbol de la familia de las hayas, dominaba el techo de la casa. Estos árboles son atacados por un hongo parásito en forma de bolita amarilla, llamado llao llao. Es un nombre mapuche que significa dulce dulce o rico rico, según la costumbre mapuche de insistir sobre una calidad nombrándola dos veces. O sea, muy rico o muy dulce. Mordí uno, no es dulce para nada. Entonces se me ocurrió poner algunos en agua, y dejarlos horas al sol. Luego probé de vuelta : ¡ sorpresa, era dulce ! En defensa contra este parásito, los coihues se « endurecen » et forman nudos de madera para alejar el parásito de la veta por donde pasa la savia.

     

    Chapitre 18 Bolson

     

     

    Cuando se secó, el llao llao se cae. En el caso, sobre mi techo. La primera vez que ocurrió, con amigos que estaban, creímos que alguien tiraba piedras sobre mi casa. Hizo falta tiempo para que entendieramos el fenómeno.

    Como la dirección lo indica, a 14 km del centro, ir a casa significa pasar ratos largos en colectivo. Esperándolo en la parada, por supuesto, se tiene la impresión que nunca va a pasar. Dicen que para hacerlo llegar, basta con prender un cigarrillo (porque hay que pisarlo antes de subir).

     

    Era un día en que le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle, (el cielo bajo y pesado oprime como una tapa – Baudelaire-) y yo estaba cocinándome tranquilamente, sentada en un colectivo lleno. Algunos asientos más adelante, alguien trataba de abrir la única ventana del colectivo que quedaba todavía cerrada. No por casualidad estaba cerrada. El vidrio corredizo resistía. Los pasajeros adelante mío me tapaban la persona. Sólo veía sus manos. Masculinas. Jóvenes. De un bronce indio. Estas manos no forzaban, no. Auscultaban, subían, bajaban a lo largo del marco, amansaban la cerradura, en un diálogo silencioso : « A ver, porque no te querés abrir, vos... ¿ Dónde es que te trabas ? » Estas manos inteligentes se hicieron amigas del metal y del vidrio. Empujaron un poco, tiraron otro poco, y la ventana deslizó sobre su riel. Como me gustaban estas manos... A todos los patrones de la ciudad les deseé que contraten a este tipo en su taller. Una perla. Ojalá le den su oportunidad...

     

    Lire la suite...


    votre commentaire
  • 19

    Mientras estaba en Bolsón, había prestado mi casa del km 14 a amigos. Habrán hecho demasiadas fiestas, demasiado ruido de noche. Los vecinos se quejaron al propietario que me echó afuera.

    Los supliqué por carta. Aquel empedernido no cedió.

     

    Se planteaba de vuelta la cuestión espinosa de un punto de caída. En Bariloche, no era nada fácil. Encontré refugio en la casa de un Español casado con una Argentina descendiente de Ingleses : Manolo y Susana, con sus tres hijos e hija, Paz, Alvar y Gonzalo. Me recogieron como a un gatito mojado. Hablábamos de historia, indios, pioneros y poblamentos. Manolo me contó cómo había organizado el robo de un incunable en un monasterio en algun lado de latinoamérica, donde estaba condenado a la desaparición... La conversación y la cultura de ellos me encantaba. Pasé un tiempo en la casa de ellos. Fue allí que uno de mis novios, invitado a dormir también, tuvo la falta de delicadeza de fracturar mi baúl y me robó dos mil dólares, todos mis ahorros desde que estaba en Argentina.

    Suspiro. La intuición femenina no siempre funciona...

    ¿ Porque no poner la plata en un banco ? ¡ Ni se te ocurra ! me decía todo el mundo. La realidad es que en Argentina, hace añares que pasan cosas increíbles para nosotros Franceses, por lo menos hasta la crisis de los subprimes, donde nosotros también pasamos cerca de la catástrofe : el banco cierra y se queda con su plata. Los Argentinos están a la tercera o cuarta cerradura de esta calaña. Por ende, se puede entender que gato escaldado le tiene miedo al agua fría.

    Me quadaba el desprecio, decía Félix Leclerc. Me consolé diciéndome que cuando él llegaría al cabo de la plata esa, estaría de vuelta en la misma malaria. Yo, en cambio, tenía la capacidad de recuparme.

     

    Y luego, una guía de turismo, que se llamaba Cristina, me abrió su puerta.

    « – Sabés, le dije, para el alquiler no puedo participar …

     

    Lire la suite...


    votre commentaire