• 25 - Frías

    25

    En invierno en Bariloche, la calefacción era con gas. Se pedían tubos de gas. Siempre teníamos dos afuera. Cuando uno se terminaba, había que salir (siempre de noche y con mucho frío) a cambiar el tubo. Aquellos tubos costaban un Perú. Cristina y yo seguíamos con mucho interés el avance del gasoducto que nos traería el gas de red desde la región de Neuquén.

    « – Hasta en verano con las ventanas abiertas ! », decía la vecina, que estaba harta de los tubos.

    Cuando por fin llegó el gasoducto a Bariloche, el propietario no quiso pagar la conexión. Indignadas, Cristina y yo empezamos a hacer la huelga del aquiler.

    El conflicto duró todo un invierno, durante el cual seguimos con tubos mientras todo el barrio estaba sobre la red. Quizás porque era nueva, la red no funcionó durante varios días. Los vecinos se congelaron, no se bañaron y no puedieron comer caliente. « Esta noche le doy un beso al tubo de gas » decía Cristina. Al cabo de varios meses, el propietario aflojó y nos olvidamos para siempre de estos malditos tubos de gas. ¡ Aaaaah ! ¡ Qué lujo !

    En casa, la gata iba a tener cría por primera vez. Con Cristina, pasamos la noche a ayudarla. Pero los gatitos apenas nacidos no respiraban. Perdimos dos así. Al tercero, me decidí a soplar en la boca del gato. Luego apretarle la pancita. De nuevo. Otra vez. Cuando ví las costillitas levantarse solas, entendí lo que deben experimentar los médicos, los cirujanos o los equipos de rescate. Como fumaba (mucho) en aquel entonces, mi soplo de vida olía a tabaco. Este gato más tarde adoraba el olor a tabaco. Se le podía soplar humo en plena cara, le encantaba. Al día siguiente, no estábamos muy frescas a bordo de los colectivos, no habíamos dormido nada. Por supuesto, nadie nos quiso créer que habíamos pasado la noche a hacerle de partera a la gata.

     

    El viaje hasta la frontera con Chili por los lagos, ida y vuelta en el día, era agotador. Seis días por semana. Todos los días, todos los días, excepto el día de descanso semanal, no obligatoriamente un domingo, yo tenía que amanecer para arrancar a las 7 con el micro. Volvía a las nueve de la noche. Destruída. Un día, que me había levantado como de costumbre, fue Cristina que me despertó sobre el inodoro. Me había dormido de vuelta. Otro día, esperando adelante del banco Río Negro de la calle principal, la Mitre, protestaba porque no abrían en hora. Y luego me acordé que era domingo... Levantarse cada mañana era una hazaña. En casa con Cristina, poníamos la bolsa de basura adelante de la puerta para sacarla al día siguiente. Y llegada la mañana, completamente dormidas, pasábamos por encima par abrir la puerta... Una vez la saqué, eso sí, y me la llevé en el colectivo.

    Yo que toda la vida leí en la cama antes de dormir, no podía leer a la noche. Caía como una piedra al final del segundo renglón. Es que trabajábamos fácil 12 horas por día, a veces más.

    Sin embargo, siempre hay un sin embargo, ir hasta el puesto fronterizo de Frías me interesaba mucho. Por un gendarme allí, Alberto.

     

    Chapitre 25 - Frias

     

    Chapitre 25 - Frias

    Era del Norte de Argentina, con un irresistible toque criollo, y un perfil de medalla. Para él, reprimía mi aversión para el uniforme. Cuando pasa algo parecido, muchos cosas importantes de pronto no tienen más importancia. Además, circunstancia atenuante, era gendarme raso, sin grado. No teníamos mucha riqueza, aún si la poníamos en común. Poco nos importaba. Cuando venía a Bariloche, dormíamos en hoteles baratos. Raras veces en mi vida mis días importaron tan poco, porque mis noches eran maravillosas. Iluminaban la existencia.

    En lago Frías, cuando su oficial no estaba, a veces íbamos a pasear en barco. Así nos escapábamos hacia la mitad del lago, entrábamos en un arroyo que desembocaba ahí, entre los árboles, y atábamos la canoa en plena corriente...

     

     

    Chapitre 25 - Frias

    El día en que empecé a albergar un pequeño locatario, decidí no guardarlo. Decirlo así, es acortar noches y días de cavilaciones... ¿ Cómo hubiera podido hacer ? Tenía que trabajar... No dejaré a nadie creer que es fácil. Ninguna chica toma semejante decisión sin romperse el alma. Me persigue aún ahora, de vez en cuando. ¿ Como hubiese estado, él o ella ? Concebido en una corriente de agua clara, entre árboles milenarios, con alegría y amor... Sólo hubiera podido ser alguien extraordinario, por cierto...

    Alberto fue nombrado a otra frontera, y nos separamos uno del otro, sin choque, sin drama, con una nostalgia suave que coloreaba las hojas de otoño y hacía el sotobosque tierno y elástico al pisar.

     

    Chapitre 25 - Frias

    Diez años más tarde volvía a Bariloche, casada. Algo había pasado en la calle Onelli, que atraía curiosos. Alberto se encontró de pronto al lado mío. Hablamos. Se había casado, él también. Pero a la primera mirada, sabíamos.

    Yo sabía su hombro, sus manos, su sonrisa, sus ojos. Él sabía nustros recuerdos, nuestros pasos, afinados unos con otros. Sabíamos, y sobre esta vereda nos despedimos.

     

    Qu’un destin différent entraîne

    Et qu’on ne retrouve jamais.

     

    « Que un destino distinto lleva lejos

    y que nunca se vuelve a encontrar »

     

     

    Música : Georges Brassens, (Frans) "Les Passantes"

     

     

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