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5 - Mi Buenos Aires querido ....
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Ya que tenía trabajo, busqué un departamento. Equipada con el mapa de la ciudad y con los clasificados del diario, salí a cazar. Como en todas las ciudades grandes, algunos departamentos eran oscuros, daban sobre un pozo o sobre una pared a tres metros de distancia. Bastaba de bajones. La hija del mediodía francés necesitaba tanto sol como alimentos. Y sol, en Buenos Aires, hay. Sólo había que encontrar el departamento que lo deje entrar. Madrugué un domingo (el mejor modo de hundir a los Argentinos en cuanto a buenas oportunidades, ellos se levantan tarde), y descubrí una joya en frente a la facultad de odontología, calle Junín entre Córdoba y Marcelo T de Alvear, que los verdaderos porteños llaman todavía con su nombre antiguo, Charcas. En el noveno piso, el departamento se estrechaba para dejar lugar a un balcón grande. Una línea directa de colectivo me dejaba en la oficina en un tiempo razonable. ¡ Viva la pepa !
Frente a la Facultad de odontología
vivo yo.
Ay ! El ruido de los colectivos
cada hora, cada día.
Frente a una pared de hormigón
tengo el balcón.
Me tapa el cielo
repercuta los motores
y me roba la luz del sol.
Maldita facultad.
Maldita ciudad, encerrada y cuadrada.
Cuando el alba enciende lo alto del edificio
de hormigón
pienso que ahora mismo
allá, adonde todavía no fui,
el sol amanece por el aire cristalino
sobre las sendas del altiplano
¡de los Andes !
El propietario del departamento exigía un garante. No conocía a nadie que me tenga sufieciente confíanza para salirme de garante. Era un problema. Recurrí a mi empresa. Mientras tanto el jefe había cambiado, teníamos entonces a un oriundo de Toulouse. Un tipo exquisito : amable, bueno, atento... No sé cómo hizo para llegar a ser jefe, pero jefe era. Fue el mejor patrón que nunca tuve. Cuando le pregunté si Flotrépol podía salir de garante para mí, se cercioró, y me dijo que no. Este amor de hombre entonces actuó personalmente de garante de mi alquiler. En la oficina, me hubiera hecho picadillo por el boss. Trabaja domingos enteros sin pedir plata, saliendo de la oficina a la noche, la cabeza vacía. Me iba a meter en cualquier cine de la calle Lavalle, con una tableta de chocolate negro, ¡ qué delicia ! El jefe hasta me trajo zapatos de ski durante una de sus idas y vueltas a Francia, que mis padres le habían mandado por encomienda a Toulouse.
Con frecuencia, técnicos llegaban desde Francia, trabajaban algunos meses, luego volvían a casa para vacaciones. A menudo pasaban por Buenos Aires, entre dos obras. Patrice paraba en mi casa. Lo sospechaba un poco de tener una chica en cada puerto, pero bah, qué le hacía... Podía hablar francés y respirar el aire del pago. Lo guíaba en la capital. Haciamos las rondas por los boliches de jazz en la noche porteña. Nos imaginábamos que íbamos del lado del wild side... Era un placer caminar a su lado, en las veredas de Buenos Aires. Acordar nuestros pasos, sentir al otro tan cerca, en el mismo movimiento...
Tu as lavé la tasse et la cuillère
je les ai trouvés ce soir en rentrant
Seule trace passagère
que tu as laissée en partant.
Mais il y en a aussi sur ma peau
Heureuse, brisée, émue
par ta tendresse.
Tout ce que tu aimes
la musique et le swing
la nuit bleue dans la ville
les caresses…
Il a suffit d’un avion qui passe
c’est tout con le progrès
tu as lavé la tasse
avant de t’en aller.
Ne le dis à personne
Vont encore me charrier
Cette tasse d’automne
Longtemps est restée sur l’évier.
Lavaste la taza y la cuchara
los encontré anoche cuando llegué
única huella pasajera
que dejaste antes de irte
Pero también las hay sobre mi piel
Feliz, trizada, conmovida
por tu ternura
Todo lo que amas
la música y el swing
la noche bleue en la ciudad
las caricias...
Bastó con un avión que pasa
qué porquería el progreso
lavaste la taza
y tomaste vuelo.
No lo digas a nadie
que me van a cargar
esta taza de otoño
en el escurridor
mucho tiempo quedó.
Sin embargo, en 1980, la noches no eran seguras en Argentina. Por suerte, me había registrado en el Consulado francés, como residente permanente. Me habían otorgado un documento consular de identidad, que no tenía ningún valor, pero que podía impresionar, llegado el caso.
Una noche sirvió. Volvía a casa sola y a pie (no tenía ganas de enfrentar el horno del subterráneo). Habré pasado abajo del departamento de un personaje importante del régimen, la cosa es que me controló un uniforme de guardia sobre la vereda. Le tendí mi DNI argentino y también mi documento consular. Afectó no mirarlo et me lo devolvió en seguida, examinó mi DNI, y me dejó continuar.
No sé lo que hubiera pasado de otra forma. Decenas de miles de personas desaparecieron en aquellos años, sin que quedara ningún rastro. Pregúntele a las madres y abuelas de la plaza de Mayo. En Francia las llaman « las locas de Mayo ». Como si fuese una locura buscar a sus hijos, una locura pedir la verdad...
Mundial de 1978 : Argentina campeona del mundo
Oda a la pelota
En esta comarca hermosa
Que es mi tierra soberana
Juntos florecen el trigo
El sorgo, el maís, la banana.
Granero del mundo somos
Más todo no es pan y vino
También tenemos pelotas
Hechas con cuero argentino.
Pelota es mi corazón
El alma mía es pelota
Cuando deliran un gol
Millones de compatriotas.
En esa ocasión tan grata
La pasión también me anima
Esbandero mi batata
Y salgo a tocar bocina.
Pasión hasta decir basta
Lo digo de corazón
Para gastar tanta nafta
Sin pensar en la inflación
Jorge LimuraCuando me mude a mi departamento, lo limpié entero, no saben cómo estaba. Me acuerdo haber fregado largo y tendido pequeños puntitos marrones sobre los azulejos del baño, parecidos a deyecciones de moscas. Un día, saliendo del ascensor, la luz daba sobre mi puerta con un ángulo inacostumbrado. Bajo el barniz se veía una forma más clara : una gran cruz católica. Interrogué al propietario, cuando pasó a cobrar el alquiler. « Acá vivía un judío » me dijo. No le pude sacar nada más. Precisemos que la sociedad argentina en general es antisemita. Acostumbrada a que en Francia es una vergüenza, eso me disgustaba. ¡ La cantidad de estereotipos trillados y malolientes que escuché !
En Francia, mi madre siempre tuvo sentimientos de lástima para los que terminaron en los campos del horror, un pueblo que sufrió tanto, decía. Así, fue la culpa de los campos de concentración si me bautizaron.
Imagine un padre francés y anarquista, y una madre hija de Españoles, miembro de la Juventud Obrera Cristiana. Poco después de mi nacimiento, fue una batalla en regla. La familia materna, católica como sólo son los Españoles, insistía para bautizarme. Mi padre, anticlerical como sólo son los anarquistas, se negaba rotundamente. No había solución. Fue su padre de él, mi abuelo Louis, que le convinció, caminando en el jardín de la casa de Carcassonne. Era el año 1957, doce años después de la guerra. « Escucháme, le dijo, durante la guerra, con un certificado de bautismo, escapabas a los campos de concentración. Así que hacéla bautizar, no sabés nunca, por si ocurre de vuelta. »
Mi padre acceptó. Y fui bautizada con mi primo Philippe, nada menos que en la catedral de la Cité de Carcassonne. El cura estaba un poco corto de vista. Los dos teníamos batas blancas de bautismo. Los tíos y tías eran mútuamente padrinos del primo y de la prima. Cambiamos varias veces de brazos, el cura confundía los bebés, se embrollaba en latín : Philipus, Sylvinus, « – ¡ No, es al revés ! » Cambiabamos de brazos otra vez : Sylvinus, Philipus, « – ¡ Tampoco ! » Los adultos se tentaron. Casi mi primo se llamó Sylvie, et yo Philippe. Eso nos contaron muchas veces : nuestro bautismo quedó en la memoria familial como un momento de buena carcajada.
En Argentina, conocí un poco de la sociedad judía. Conocí a músicos, en particular una casa con un piano donde un joven de mi edad desgranaba Chopin con una facilidad que me cortaba la respiración. Conocí a cantantes, médicos, y gente de poco también, buena gente. Como los Argentinos no vivieron la guerra, no hay nadie para indignarse del modo en que algunos hablan de los judíos. Encima de esto, varios nazis verdaderos encontraron refugio en el país, y otros alemanes también, no obligatoriamente nazis, pero sí antijudíos. Basta para propagar boludeces y alimentar una mentalidad racista, vale decir, idiota.
Cuando recién empezaba a trabajar, no ganaba mucho. Comprimía mis gastos al máximo en comida, y no compraba carne, como buena francesa que sabe que la carne cuesta caro. El día en que tuve más plata, cual fue mi sorpresa al constatar ( ¡ porque no lo había mirado antes !) que la carne costaba dos mangos ! Una carne tan buena, ¡ y tan barata ! Se aclareció entonces el misterio de los asados argentinos. Aquellos barbecues monumentales llenan las parrillas de toda clase de carne, rito que incluso la gente de pocos medios celebra regularmente. Lo que me confundía por completo, eran los pedazos de carne -siempre excelente- que asaban. De hecho, en Argentina no cortan la vaca igual que en Francia. Por ende no hay ningun punto de referencia para representarse el equivalente francés del manjar que una está comiendo. Muy difícil de traducir y explicar a los invitados compatriotas. Durante los asados, a veces hay una guitarra, se canta, se declama poesía, se dicen payadas. Fue en uno de estos asados que conocí a Carlos, estudiante en abogacía, oriundo de la provincia del Chaco, en la punta Norte de Argentina. Carlos recitó un poema, irresistible. Enfin, yo no resisití. Mi condición de joven Francesa me permitía ganarle a cualquier otra chica en estos asuntos, y eso no me lo perdía.
Carlos me llevó en su familia. Vivían en una villa miseria cerca de la capital. Sus padres eran tan buenos. Estaban orgullosos de la nueva heladera que acababan de comprar, y que reinaba en la cocina de piso de tierra. Muy orgullosos también de su hijo, futuro abogado, y bien tenían razón.
En la compañía de petróleo, María del Pilar era la recepcionista de la oficina donde trabajábamos las dos. Pronto nos hicimos amigas. Caminar en la calle con María del Pilar, era una experiencia. El hecho es que en la calle, los Argentinos dicen « piropos » a las Argentinas.
El piropo, es un halago a una mujer bonita. Existen todas clases de piropos, vulgares o poéticos, nostálgicos o inflamados. Yo ligaba uno que otro de vez en cuando, lo que me molestaba, cualquiera sea la forma del piropo. Me parecía machista. Igual cuando me apretaban en el colectivo. ¿ Les hacía comentarios yo ? Pero yendo con María del Pilar, que era una verdadera belleza, escuchaba uno cada diez metros. Me perecía que si hubiera tenido que vivir así, me hubiera vuelto loca, « de la peluca ».
« – ¿ No te molesta ? le preguntaba.
– Al contrario, el día en que no me digan nada, me voy a preocupar ! Y en Francia, entonces, ¿ nadie dice piropos ? ¿ No ? ¿ Y cómo sabés que gustas ? » Le tocaba a ella extrañarse, estos Franceses que dicen tan caballeros, ¿ no te dicen nada en la calle ??????
Musique :
Carlos Gardel (Argentin) "Mi Buenos Aires querido", - Cuarteto Cedron (Argentins, vivent en France) "El caballo de la calesita",
Charly Garcia, Alberto Spinetta, Pedro Aznar (Argentins), "Peluca telefónica"
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Tags : departamento, judíos, bautismo, poesía, piropos, oda a la pelota
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