• 3 - Les Porteños

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    Antes de partir para Argentina, nunca había encontrado Argentinos. En el 1979-1980, en el Sur de Francia, sí se veían algunos Chilenos, que huían de Pinochet. Los Argentinos en exilio no iban más lejos que Paris. Desde 1976, Argentina estaba bajo una dictadura. Algunos años antes me había llamado la atención que el Presidente de la República Argentina sea una Presidenta, hecho raro en aquel entonces. Se trataba de Isabel Perón, quien iba a ser derrocada por los militares en 1976, encerrada un tiempo en San Martín de los Andes, luego envíada a España a cultivar margaritas.

    Cuando me preguntaban si no tenía miedo de ir a vivir en una dictadura, levantaba los hombros. A los 23 años, no se tiene miedo a nada. Para mí, la atracción de la aventura era más fuerte que el temor a un régimen militar del cual pensaba no tener nada que ver ni que temer. Un siglo antes, me hubieran llamado  « aventurera »,término ya bastante despectivo al masculino, pero que se torna escandaloso al femenino. Suerte que las mentalidades evolucionan, demasiado lento por cierto, pero, gracias a los tiempos modernos, pude partir y llegar sobre el nuevo continente sin que me miren como a un bicho raro.

    Todo el contrario, como joven Francesa, era hipercotizada. Fui invitada un par de veces a tomar copas por jovenes hijos de papá, auto de lujo, bares de moda en barrios chetos.

    El Porteño (habitante de Buenos Aires) tiene una tendencia natural a la superioridad, cualquiera sea su clase social. Por eso su reputación es desastrosa en los otros países de América latina.   

    ¿ Cual es el mejor de los negocios ? Comprar un Argentino por lo que vale et venderlo por lo que dice que vale. ¿ Cómo hace un Argentino para suicidarse ? Se sube a la punta del ego y se tira de cabeza.

    Los jóvenes chetos y platudos eran un desastre de vanidad, vacuidad, y digamos la palabra, de boludez. Acaso, mejor dicho por cierto, sus homólogos Franceses se les parecían, pero nunca había frecuentado ninguno en Francia. Me acuerdo de un tal Juan Pedro, en la Costanera, ordenando otro whisky, exclamando : « ¡ Si hay miseria, que no se note ! »

    En Francia, algunos amigos míos conocían Argentinos viviendo en Buenos Aires. Así llegué con contactos de familias porteñas. Las llamé. Y me convertí en algo como una superestrella de un pequeño círculo de la buena sociadad argentina : médicos, psicólogos, avogados.

    Que quede claro : la buena sociedad argentina adoraba los Ingleses en siglo XIX, cuando estaban en guerra contra Inglaterra, y todavía adora los Franceses. Si hubiera sido Boliviana o Paraguya, nunca hubiese tenido la bienvenida que me dieron. Yo era  « la Francesita », (existe un tango que se llama « Madame Yvonne »,en el que, por supuesto, la Francesita vive de sus encantos et termina como dueña de una casa de tolerancia – precisemos que tal no fue mi caso, había otros modos de ganarse la vidad–).

     Chapitre 3 - Les Porteños

    Entré entonces en un entorno social bastante diferente del mío de origen. Por ejemplo, nunca había visto una mucama trabajando en una casa. Estas familias tienen mucamas « cama adentro », qui viven ahí. Son ellas que abren la puerta cuando suena el timbre. Entré saludando a la mucama con un apretón de mano, pensando hablar con álguien de la familia, en cierto modo era el caso, note, pero a la Francesita se le perdonaba todo, porque era Francesita, justamente.

    Mi castellano muy escolar, todavía colorido de una mezcla de acento de España como nos enseñan en la secundaria, y de acento bien francés, tenía un éxito espectacular. Sin embargo, en ningún momento de mis siete años de estudios del castellano, desde el 2do año hasta el séptimo de la secundaria, nunca ningún profesor nos había informado ni una sola vez de la existencia de una conjugación especial : la conjugación argentina, donde el tuteo no es el « tu » español,sino el « vos », un arcaísmo viniendo, según dicen, de la época de la Conquista. Ignoraba esta línea de la conjugación así como sus terminaciones, a tal punto que al principio ni siquiera entendía que me hablaban a mí. Y eso que todo el mundo se vosea, allá. Incluso los comerciantes, lo que me dejaba sin voz. No tenía costumbre que me tuteen cuando iba a comprar cigarillos,buscando los que más se parecieran a Gauloises. Éstas me valieron por parte de mis amigos médicos uno de los escasos comentarios un poco críticos, sin dejar se ser amistoso, como que fumaba « des cigarettes de maçon » (de albañil).

    Muy pronto dejé de tratar a la gente de Ud, porque se ofendía. El « Usted » se reserva a la gente anciana. « ¡ Ay ! ¿ Tan vieja mes ves ? » Con el transcurso del tiempo, yo que siempre había sido incapaz de pronunciar una rr doble, un día me sorprendí pronunciando una que era magnífica. Prueba que el oído y la boca están conectados, por algo en el medio que se llama cerebro.

    Me convertí en la estrella de las cenas de mis amigos : me hacían mil preguntas sobre Francia, su actualidad, su política, su sociedad, su historia. Más vale que una conozca su Revolución Francesa, porque ellos la conocían mejor que yo. ¿ Conocemos nosotros la historia argentina en Francia ??? Mis análisis por suerte le gustaron a la gente, me invitaban a cenar, a pasar fines de semana en casa de campo, en las afueras de Buenos Aires, donde, a la hora de aperitivo, miraba con curiosidad el ama de casa, relajada sobre una reposera, vaso en mano, mientras  las mucamas cocinaban, ponían la mesa, etc.

    Un día me llevaron por primera vez fuera y lejos de la capital. Fuimos a Mar del Plata, sobre la costa del Oceano Atlántico. Sin que quisiera admitirlo, la ciudad me pesaba. Echaba de menos a mi pueblito y su puente romano. Pués fue un verdadero placer el « vivir de verdad » lo que ya sabía en teoría : Argentina no es SOLO Buenos Aires, a pesar de lo que pretenden sus habitantes, los Porteños, que Dios está en todos lados, pero almueza en Buenos Aires.

    Primero, este país es tan grande, que Francia entra entera en la provincia de Buenos Aires. Con mitad menos de habitantes. Allá hay espacio. Una bien puede haber leído a Walt Whitman y la literatura norte americana sobre el asunto, es otra cosa cuando una está. En Argentina, hay espacio, y poca gente lo puebla. Se cuentan más vacas que habitantes. Para ir de Buenos Aires à Mar del Plata, salimos, poco a poco, de la zona urbana, luego nos encontramos en una ruta de doble mano que va por la pampa.

    Es una llanura de hierba que corre hasta donde alcanza la vista. Este pasto alimenta vacas tan numerosas que no se albergan a la noche, necesitaría demasiados establos, además no hace mucho frío, incluso en invierno. Permanecen afuera, en cría extensiva. Caminan y comen buen pasto de una tierra que nunca fue cultivada, todavía gorda de los aluviones arrastrados por el Río de la Plata durante millones de años. No vuelven al establo, nadie las ordeña, lo que explica la relativa escasez de quesos, cosa extraña para un francés, cuando piensa a la cantidad de vacas que hay. ¡ Pero la carne ! ¡ Mmmm ! Años más tarde, acompañaba a un grupo de senadores frances al restaurant. Entre dos chistes en latín, declararon solemnes, que ésta era la mejor carne que habían comida de su vida. 

    La pampa, es una llanura de hierba verde o amarilla, según la estación, que corre hasta donde alcanza la vista. Algunas árboles de vez en cuando. A los árboles los más lejanos, parece que les falta la parte baja. ¿ Será tan plana la llanura y tan inmensa que se nota la curvatura de la tierra ? La nariz pegada al vídrio de la ventana del auto, estaba fascinada. 

    De repente, la suerte  – hay un dios para los inocentes, etc  –, pinchamos un neumático. Y digo que fue una suerte. Sin ese incidente, no hubiesemos parado sobre la interminable recta, a lo largo del alambrado, en el medio de esta llanura de hierba sin fin. Bajé del auto. Yo salía de meses enteros en la capital, de veredas bordadas por edificios de diez y veinte pisos, cajas de resonancia de motores de una circulación incesante. Y me creerán si quieren, no están obligados, sentí como un relámpago que salía de mí en círculo de 360 grados. Hizo como una onda eléctrica, algo que disparó a los lejos por todos lados, sin lo pare nada en esa llanura. AHI sentí que este país me sobrepasaba. Que la fuerza de la naturaleza era palpable, enorme. Y ahí, este país, empezé a amarlo.

     

    Mi primer zambullido en el Océano Atlántico fue en Mar del Plata. Durante mi infancia, mis padres nunca hubieran imaginado ir de vacaciones en otro lado que en el Mediterráneo. El Atlántico, sí, sobre los mapas, sabíamos que Francia tenía playas, pero igual, era el extranjero. Nunca había visto el Atlántico antes. Yo estaba tan « méditerráneo-centrada », que, durante un viaje a España, a dedo y con mochila, creí equivocarme descubriendo cómo fluía el río Duero. Apoyada sobre el parapeto de un puente, tiraba papelitos en el Duero : « ¡ Pero es que corre en el sentido inverso ! »El mundo venía de darse vuelta al revés, sobre este puente de la ciudad de Soria. 

    Soria la castellana, ciudad del poeta Machado... Donde sus poemas están pegados sobre los árboles de la plaza y sobre los monumentos... Mi castellano vacilante me permitía un entendimiento en gruyere, lleno de agujeros, del hablar de todos los días. Pero los poemas de Machado no tenía agujero cuando los leía de plátano en plátano, en un éxtasis casi religioso

     

    Moneda que está en la mano

    quizá se deba guardar

    la monedita del alma

    se pierde si no se da.

    Antonio Machado

     

     

    Fue en Soria, mi Soria, (Soria fría, Soria pura, / cabeza de Extramadura / con su castillo guerrero / arruinado sobre el Duero), sentada sobre el respaldo de un banco público, en un parque rebosando de rosas, que tuve el encanto de entender por primera vez todas las palabras de una conversación entera.

    Entonces me fui a bañar en el Atlántico Sur. Fui a la manera mediterránea, donde el agua nuna es muy fría, es decir de una vez. De todas formas, en Mar del Plata, no hay mucho para elegir. Las olas nos empapan de pies a cabeza apenas nos acercamos al borde. 

     

     

    ¡ Ah gla gla ! ¡ El agua estaba congelada, a pesar del pleno verano de enero ! En cuanto a nadar, ni soñar. Los olas son demasiado altas. Una hace el yoyo entre un gran oleaje, nada más.

     

    La playa de arena era inmensa, y casi nadie estaba, tampoco en el agua. Daba la impresión rara, para una bañista mediterránea acostumbrada a « Corre tu toalla que estire la mí a » – que la playa no estaba hecha para humanos. Con un poco de esfuerzo, una casi podía desaparecer del medio, y volverse viento, arena. Ya había empezado.


     Música : Mercedes Sosa (Argentina), "Alfonsina y el mar"

     

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