• 22 - El cruce a Chile por los lagos

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    Iglesia Turismo, la agencia que me daba trabajo, me pagaba las excursiones terrestres por día, a la tarifa de la Sociedad de Guías. Pero también poseía barcos que realizaban excursiones lacustres. Los guías de los barcos eran empleados y estaban pagados al mes, más las comisiones de lo que podían vender a los pasajeros.

    Esta misma agencia realizaba excursiones a Puerto Blest, en el fondo del lago Nahuel Huapi, donde los pasajeros pasaban el día. Y también tenía la exclusividad del cruce de la frontera con Chile.

    El guía titular del cruce, Sandy, dejó el puesto libre. Ya tenía problemas de salud, los riñones en mal estado. Algunos años más tarde falleció. El riñón que le había dado su señora no había resistido.

     

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

     

     

     

     

     

     

     

     

    Sandy, in mémoriam

     

     

     

     

     

     

     

    Como Iglesia Turismo ya me contrataba para las excursiones terrestres, y que hablaba 3 idiomas, me propusieron el puesto.

    Así fue como pasé asalariada y abandoné el esquí como instructora. Pero convencí algunos empleados de la agencia de poner las patas sobre esquíes por primera vez. Qué diferencia entre clientes que pagan (muy caro) una clase de esquí, escuchando religiosamente todo lo que dice la instructora, esforzándose de ponerlo en práctica, y los otros, los amigos, los compañeros de trabajo : no escuchaban nada, hacían como se les cantaba, pero ellos estaban muertos de risa. No como los clientes, más bien traste fruncido sobre sus tablas.

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

    Ricardo, chofer de la compañia.. De espalda,por el piso,  Cristina

     

    El barco donde iba a trabajar de ahí en más era una ex torpedera alemana de la segunda guerra mundial, transformada en barco de turismo.

     

    Las jornadas para aquel cruce eran agotadoras para el guía. Los viajeros embarcaban con su equipage y pasaban durante el día desde Bariloche hasta Puerto Montt, en Chile. Apenas el guía despedía los que se iban, que recibía los que venían de Chile para Bariloche.

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

     

    Para empezar el día, los micros (con chofer y guía) pasaban a buscar a los pasajeros en el hotel a las 7 de la mañana. El chofer se acarreaba las valijas y las cargaba en los baúles del micro. Los turistas colombianos eran los más temidos : llevaban por lo menos dos valijas cada uno, enormes por lo general, que pesaban toneladas. Vienen de lugares donde hace mucho calor, y donde se cambian de ropa varias veces al día. Después de 25 km, el micro los dejaba en Puerto Pañuelo, abajo del famoso hotel Llao Llao, que estaba cerrado en aquel entonces. Allí, los marineros transportaban las valijas a bordo.

    Saliendo del puerto, el barco entraba en el brazo Blest del lago Nahuel Huapi. Al pasar, saludábamos el Perito Moreno, enterrado en la Isla Centinela (Ver capítulo 16 : La Patagonia tiene historia). Durante la hora y veinte de navegación, el guía debía explicar el paísaje, contestar a las diversas preguntas de los pasajeros, y establecer a mano una lista de nombres, apellidos, profesión y n° de pasaporte para el paso de la frontera.

    Un día que estaba haciendo la famosa lista de pasajeros saliendo del país, una Brasilera me dió el pasaporte de un señor. Anoté, se lo devolví, y le pedí el suyo. Me indicó el pasaporte que acababa de devolverle. A veces, una familia entera figuraba sobre el mismo pasaporte, como los Japoneses. Dí vuelta al pasaporte al derecho y al revés, y no encontré a nadie más que este señor de corbata sobre la foto. A pesar de mi estado semi comatoso debido a la hora matutina, noté como un brillo de divertimiento en los ojos de mi pasajera. Insistí, con mi portuñol mezclado con espagués :

    Su pasaporte, Señora.

    Ese è mi pasaporte.

    Como último recurso le mostré la primera página : Aqui dice masculino !

    Eu soy masculino, si ?

    Ni les cuento. La historia se propagó en el puerto, y me cargaron un mes seguido.

    Al final de esta hora y pico de navegación, llegábamos a Puerto Blest, al fondo del brazo, en el fondo del lago, en el corazón de la cordillera.

    El Perito Moreno, explorador de toda la cordillera patagónica hasta el Estrecho de Magallanes, había mayormente contruibuído a hacer triumfar la tesis argentina de la línea de altas cumbres como frontera con Chile. Después de la decisión del rey de Inglaterrra, Eduardo VII a favor de la proposición argentina, el gobierno argentino decidió recompensar a Moreno. No con plata – las arcas del Estado no estaban muy llenas que digamos – tampoco con medallas o honores – esto apasiona sólo a los Franceses sino con esta materia prima que no costaba nada ya que acababan de arrebatarla a los Indios : tierras.

    Francisco Pascacio Moreno, que conocía la Patagonia mejor que cualquier Europeo, por haberla recorrido sobre centenas de kilómetros, eligió el lugar que más hermoso había visto : Puerto Blest.

    Puerto Blest ha conservado su selva de orígen, el sitio siempre ha sido preservado. La selva valdiviana (de la ciudad de Valdiva, en Chile) es un bosque húmedo. Llueve 4 a 5 metros por año. Los árboles son enormes : coihues (nothofagus donmbeyi), - una clase de haya-, y alerces (Fitzroya Cupressoide) con corteza colorada, son los reyes de aquel bosque.

     

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    Alerce de Puerto Blest, Cascada de los Cantaros, al cabo de 750 peldaños.

     

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    Reinan sobre cascadas, lagos, y una multitud de otros árboles, arbustos, plantas, musgos, líquenes. Cuanto tenía horas libres en Puerto Blest, remontaba un arroyo cercano y me bañaba, sin ropa ninguna. Buscando claros para secarme al sol, comprobé que nada pica en este bosque. Todo es suave : el humus bajo los pies, las ramas y las hojas que rozan al pasar, incluso los arbustos que atravesaba. Un reino como una sueña en su infancia.

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

    La diapositiva tomó luz. Puerto Blest. Afluente lechoso de agua de deshielo a la derecha, río Frías. Lago azul de cristal a la izquierda. En el medio, la casa del Guardaparque del Parque Nacional.

     

    La profondidad es grande. Un guía viejo, George Kennard, descendiente de pioneros ingleses, contaba que, en tiempos antiguos, los barcos que hacían el enlace con Chile embarcaban autos. Un día, un auto se desató y paso por la borda, apenas zarpaban de Puerto de Blest. Todavía está, añadía George, mostrando el agua profonda.

    Manolo Puente, Español experto en historia local, afirmaba que Blest era una etapa jesuita en el cruce a Chile, y que si se excavaba en la desembocadura del arroyo del fondo de la bahía, se encontrarían sus piraguas.

     

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    El fondo de la bahía de

    Puerto Blest

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Pero los viajeros que iban a Chile no tenían tiempo de perderse en esta tierna selva, ni de pasar una noche en el hotel de Puerto Blest, todo de madera.

     

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    Hotel de Puerto Blest.

    Si existe un paraíso, debe parecerse a esto.

     

     

    El barco los desembarcaba, ellos y sus valijas, y se volvía a Puerto Pañulo a buscar los excursionistas del día. En Puerto Blest mientras tanto, un micro cargaba turistas y valijas y cruzaba 3 km de turbera hasta el próximo lago. Lástima que no veían la pequeña planta carnívora que crece en la turbera, la drosera, que buscábamos durante cursos muy preciados con los Guardaparques. Cuando encontrábamos una, era como encontrar un tesoro.

    El micro rugía sin tampoco parar al pie de El Abuelo, un coihue imponente que cinco personas con brazos tendidos hubieran penado a rodear.

     

     

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    El Abuelo

    Coihue (Nothafagus dombeyi)

    Las cañas de al lado tienen la altura de un hombre.


     

    Al final de la turbera se encuentra el lago Frías, de un verde anís de glaciar. Valijas y pasajeros dejaban el micro y subían a bordo de un catamarán chico que cruzaba el lago en media hora.

     

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    Lago Frías. Al fondo, la cumbre de la región, el Tronador, 3554 m de altura.

     

    A la otra punta del lago se encontraba la aduana, y el puesto de gendarmería que controlaba los pasaportes.

     

     

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    Puerto Frias

    Allí esperaban los micros de la compañía chilena, Andina. Los pasajeros hacían cola para hacer sellar su pasaporte por los gendarmes, mientras que marineros y choferes transferían las valijas desde la cubierta del catamarán hacía los baúles de los micros.

     

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    Puerto Frías, puesto de aduana y de gendarmería

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

    Mi madre y yo.

    Según como estaba la tasa de cambio, los residentes fronterizos hacían las compras en Argentina o en Chile. Un año que era Argentina la más barata, los micros chilenos llevaban bidones de aceite y bolsas de harina. En los baúles, con las valijas. Una vez una bolsa tenía un agujerito que dejaba escapar un hilito de harina en el baúl. Al chofer (apodado Rabanito) que cargaba las valijas al lado de la harina, una pasajera mostró el hilito blanco que se escapaba : « Y esto qué es ? Cocaína, Señora ! » ¡ Una bolsa de 50 kilos !

     

    Por una ruta de ripio donde dos vehículos no se podían cruzar, se subían tres kilómetros hasta la frontera. Es un paso, según el acuerdo internacional del tiempo del rey de Inglaterra Eduardo 7, que hace pasar la frontera por la línea de altas cumbres. Si la subida es corta del lado argentino (se sale desde 700 metros de altura), del lado chileno la bajada es larga y empinada : se llega casi a nivel del mar.

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

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    Al pie de la bajada de la montaña, existía un hotel y cuatro casas de madera : Peulla, sobre el lago Todos los Santos. Allí se encontraba el puesto de Carabineros de Chile, que sellaban los pasaportes, y la aduana, que rastreaba las frutas crudas (por la mosca de la fruta) y la carne (por la fiebre aftosa que existía en Argentina, pero no en Chile). También la cantidad de cabezas de ganado no es comparable.

     

    Cada alimento prohibido terminaba en la basura de la aduana chilena. Nunca reglamentación aduanera fue aplicada con tanta severidad. Curiosament, este tacho de basura brillaba de limpieza. Los aduaneros chilenos la vacíaban puntualmente cada día.

    Un amigo me contaba que, de chico, toda la familia partió de vacaciones para Chile con la casa rodante. En la frontera, los aduaneros quisieron tirarles jamón, salamín, y frutas. Su padre aparcó el auto y la casa rodante por el costado y su madre se puso a atiborrar a los chicos con todo lo que no podía entrar a Chile. Una indigestión.

    « – Las naranjas, ¿ pueden pasar ?

    No Señora.

    Y el jugo de naranja ?

    El jugo sí. »

    Y su madre se puso a exprimir frenéticament todas las naranjas. ¡ Eso de menos para tirar !

     

     

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    Hôtel Peulla, Chile

     

    En el hotel de Peulla, pues, se almorzaba. En la pared del comedor, estaba un cartel, escrito a mano :

    PEULLA

    Población :                                75 habitantes

    Distancia a Puerto Montt :         97 km

    Altura sobre el nivel del mar  : 153 m

    Temperatura promedia :             13 grados

    Total :                                         388

     

    Un cuadro pintado en la pared representaba el Cerro Puntiagudo : un antiguo volcán cuya cumbre estaba constituída por la chimenea, el resto no había resistido a la erosión. Este cuadro había sido pintado antes que lo alto de la cumbre se derrumbara. Ahora está mucho menos puntiagudo.

     

    Chapitre 22 : La traversée au Chili par les lacs

     

    Volcán Puntiagudo. Foto Condé Nast Traveler

     

    Después del almuerzo, los viajeros tomaban otro barco, y cruzaban el lago Todos los Santos, hasta Puerto Varas.

     

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    Chile, lago Todos los Santos

    Un último micro los llevaba a Puerto Montt, sobre el océano Pacífico. La primera vez que me encontré frente a este océano, quité zapatos y medias, arremangué los pantalones y yo, la latino mediterránea, puse religiosamente los pies en el agua del Pacífico.

    En honor a Magallanes, a los Indios de piraguas y a todos los marineros del mundo.

     

    Durante este mismo día, pasajeros tomaban exactamente el mismo camino a la inversa. A veces yo iba a buscarlos a Peulla en Chile, o bien los recibía al puesto de gendarmería de Frías. Y meta a despachar valijas y gente, al revés, hasta Bariloche.

    Empezaba a las 7 de la mañana con el primer micro, y terminaba a las 9 de la noche. Con un día de descanso por semana, pasado a dormir por buena parte. Agotador. Además, guíar después de Sandy, el guía anterior, no era cosa fácil : yo no pesaba suficiente en la opinión de estos señores marineros y capitanes que pretendían llevarme de la nariz para proteger su pequeña comodidad. Terminé por imponerme, al precio de broncas homéricas, cada vez más escasas a medida que reconocían mi experiencia.

     

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     Catamarán del lago Frías. ¡ Desacuerdo grande !

    Jorge, marinero, será más tarde capitán.

     

    Un día que estábamos volviendo de Puerto Blest hacia Puerto Pañuelo, el barco chocó con uno de estos troncos invisibles flotando, de frente en la proa. Yo estaba de espaldas a la marcha. De la manera que chocó, pensé que Manga venía de subir el barco sobre una de las islas Mellizas. Después se escuchó un ruido sobre la borda del casco, y otro en la popa. Miré al capitán. Fue la única vez que lo escuché decir una mala palabra, y sólo dijo el principio : « ¡ Qué ca ! » Ocurrió que el tronco, después de la proa, había rebotado sobre el costado del barco, luego había chocado la popa, donde se llevó por el fondo una de las dos hélices. Todavía debe estar, por casi 1000 m de fondo. Continuamos avanzando atravesados, como los cangrejos, dos veces más lento.

    Cuando llegamos a Puerto Pañuelo, ya era de noche. Entramos a puerto. Manga, impasible, atracó magistralmente, despacito contra el muelle.

    Con una sola hélice.

    A quitarse el sombrero.

     

     

     

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